EL DESEO
Si en el húmedo beso de tu boca,
encuentra el alma corporal recinto,
no es mejor, ni es más cierto, ni es distinto,
el beso al labio, que otro labio toca.
Porque el cuerpo del alma no disloca
la divina unidad, ni el laberinto
donde crece el deseo y el instinto,
oculta al cuerpo lo sutil que evoca.
¿Quién podría juzgar de mi deseo,
la razón inefable que lo orilla
a endiosar la sustancia de tu arcilla?
Hay detrás de esa piel, donde te veo,
una chispa divina de Himeneo...
¿Quien podría negar tal maravilla?
KARIM
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